jueves, 22 de noviembre de 2012

José María Luis Mora

(Chamacuero, hoy Comonfort, 1794 - París, 1850) Historiador, sacerdote y político mexicano que fue uno de los más destacados liberales en los inicios de la Independencia.


A muy temprana edad se trasladó con su familia a Celaya y después a Querétaro. En 1807 se estableció en la Ciudad de México. Se graduó de bachiller en teología en 1818, y en 1820 la Real y Pontificia Universidad de México le concedió el grado de doctor en teología. Impartió clases de filosofía y, paralelamente, escribió artículos en El Sol, La Libertad y El Observador de la República Mexicana. Periodista por temperamento, batalló por sus ideales desde las columnas del Semanario político y literario (1821) y de El Indicador, que publicó después, manifestando su oposición a las ambiciones de Agustín de Iturbide.
En 1827 se convirtió en un importante personaje de la política, incorporado a la logia escocesa, moderada, de la masonería.
Fue diputado por el Congreso local del Estado de México y en 1833 fue electo miembro del Congreso Nacional por el estado de Guanajuato. Hombre de profundas convicciones liberales, combatió el poder político e ideológico del clero y luchó a favor de una reforma educativa para el país. Se convirtió en consejero del presidente Valentín Gómez Farías (1833-1835), con el que colaboró en cuestiones de Educación Pública.
Partidario de la enseñanza laica, intentó desligar la educación del clero, y se distinguió por su empeño en lograr el acceso universal a la educación. Mora consideraba que los métodos de enseñanza podían transformar la conciencia cívica de las futuras generaciones. Todo ello lo enfrentó a los conservadores, que se oponían a sus ideas renovadoras. Con todo, pudo formular un plan de estudios vanguardista y crear el Colegio de Ideología, que pretendía reorientar de modo racional la mentalidad mexicana.
A la caída de Gómez Farías en 1834, Mora abandonó México para instalarse en Francia. Durante la segunda presidencia provisional de Gómez Farías (1846-1847), fue nombrado ministro plenipotenciario en Londres. Enfermo de gravedad, volvió pronto de Londres a París y murió en la capital de Francia.
Se le considera el pensador más importante y radical del liberalismo mexicano de la primera mitad del siglo XIX. Fue autor, entre otros libros, de Catecismo político de la federación mexicana (1831) y México y sus revoluciones (1836). José María Luis Mora comenzó a trabajar en esta última obra en 1830 y había planeado desarrollarla en cuatro volúmenes, pero sólo el primero vio la luz. Tras describir el estado presente de la República, el autor traza la historia del país desde la conquista española hasta la muerte de Morelos. La producción histórica de José María Luis Mora se caracteriza por la rectitud de los juicios, la ausencia de partidismo político y la serenidad e imparcialidad. La obra es considerada un clásico de referencia para el estudio de la historia mexicana.
 Fragmentos de su obra:
"... la tierra, riqueza fundamental del país, debe pasar a manos del Estado, que a su vez la venderá a pequeños propietarios que sean la base de una amplia y sólida clase productora." "El mayor bien político se da cuando un pueblo educado y un gobierno sabio reconocen las necesidades de desarrollo de su sociedad y las ponen en marcha conjuntamente, armoniosamente."
El cura Hidalgo era hombre de una edad avanzada, pero de constitución robusta, había hecho sus estudios en Valladolid de Michoacán con grandes créditos de famoso escolástico. El deseo que lo devoraba de hacer ruido en el mundo le hizo sacudir, más por espíritu de novedad que por un verdadero convencimiento, algunas de las preocupaciones dominantes en su país y propias de su estado, así es que leía y tenía algunas obras literarias y políticas prohibidas severamente por la Inquisición y desconocidas para el común de los mexicanos. Esta libertad lo hizo entrar en relaciones íntimas con el obispo Queipo y el intendente Riaño, que eran de las mismas ideas, y por sólo esta razón buscaban naturalmente el trato de personas que las tuvieren, aunque o fuesen por otra parte de un mérito superior, el de Hidalgo era muy mediano, como lo demostró después la experiencia por toda la serie de sus operaciones. En efecto este hombre ni era de talentos profundos para combinar un plan de operaciones, adaptando los medios al fin que se proponía, ni tenía un juicio sólido y recto para pesar los hombres y las cosas, ni un corazón generoso para perdonar los errores y preocupaciones de los que debían auxiliarlo en su empresa o estaban destinados a contrariarla; ligero hasta lo sumo, se abandonó enteramente a lo que diesen de sí las circunstancias, sin extender su vista ni sus designios más allá de lo que tenía de hacer el día siguiente; jamás se tomó el trabajo, y acaso ni aun lo reputó necesario, de calcular el resultado de sus operaciones, ni estableció regla ninguna fija que las sistemase.
"Allende era de un carácter enteramente opuesto a Hidalgo; no tenía la reputación de éste ni sus relaciones, su educación había sedo descuidada, y se ignora cuáles fuesen sus talentos y disposiciones mentales; pero su resolución era capaz de las mayores empresas; su perseverancia era inalterable en llevar a efecto lo resuelto, sin que nada pudiese distraerlo de lo que había emprendido; incansable en el trabajo, jamás lo arredraron los obstáculos ni resistencias, y lograba vencerlo todo su actividad y firmeza; siempre en movimiento y ocupado de sus designios que jamás perdía de vista, no daba paso ninguno que no se dirigiese a lograrlos; valiente hasta el grado de temerario se exponía a todos los riesgos, no sólo los de de la campaña, los menos difíciles de arrostrar, sino los de declarar su opinión y modo de pensar tal vez hasta con indiscreción. No se le acusa de vengativo, cruel o sanguinario, ni puede serlo un hombre que, puesto al frente de una empresa tan grande, se ocupa de ella come debe, pues no tienen cabida en él las pequeñeces de estos vicios vergonzosos."
Un ejemplo de vida para todos los hermanos de nuestra respetable logia.


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